La Batalla de Almansa/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Un día como hoy pero del año 1707 la batalla de Almansa (provincia de Albacete) decidió el destino de la monarquía española. Para ser exactos, estableció qué dinastía ocuparía el trono. Y todo porque el anterior rey falleció sin descendencia y las potencias de toda Europa se lanzaron sobre los despojos del Imperio Español: por un lado Francia, dispuesta a colocar un Borbón; por el otro, la coalición que formaron Austria, Inglaterra, Portugal y Holanda, que preferían mantener a los Habsburgo y frenar el expansionismo galo.

El español Carlos II era ese monarca de larga melena rubia y extraordinariamente feo que retrataron Claudio Coello y Carreño de Miranda en sus cuadros. Engendrado por su padre, Felipe IV, en «la última cópula lograda con la reina» a la edad de cincuenta y cinco años (un auténtico anciano para la época), recibió una herencia genética con tal grado de cosanguinidad que resultó oligofrénico y medio retrasado. No empezó a andar hasta cumplir un lustro y a los nueve no sabía leer ni escribir. Como nadie le auguraba larga vida se le empezó a buscar esposa a los catorce para conseguir un heredero y la escogida fue María Luisa de Orleans, porque suponía una alianza con el soberano más poderoso de Europa en aquel momento, su tío Luis XIV.

Austrias borbones pasando Albacete

El pobre Carlos babeaba contemplando los retratos de su futura mientras ella se desesperaba por lo contrario. Al final se casaron pero, aunque el matrimonio duró nueve años y tres meses, en todo ese tiempo no hubo forma de concebir un hijo: el rey era estéril, de ahí el sobrenombre de el Hechizado, que en aquellos tiempos se lo tomaron al pie de la letra sometiéndole a exorcismos y todo tipo de curas absurdas. El ignorante pueblo, sin embargo, atribuía siempre la ausencia de hijos a la mujer, con lo que se hicieron muy famosos unos versos ad hoc:

Parid bella flor de lis
que, en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España;
si no parís, a París.

No sólo no parió sino que murió y se le buscó otra esposa, esta vez de otra dinastía: Mariana de Neoburgo. El final de Carlos fue como su reinado, triste y patético, con unos y otros presionándole mientras agonizaba para que testara en favor de uno u otro candidato. De ahí la guerra que terminó con la victoria de Felipe V, nieto de Luis XIV, frente al archiduque Carlos de Austria. España pasaba a ser Borbónica.

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