Primo de Rivera ante los reyes en 1925/Imagen: Bundesarchiv, Bild, en Wikimedia Commons

El 14 de abril es una fecha fácilmente identificable para todos: es el aniversario de la proclamación de la Segunda República. Pasado mañana se cumplirán 80 años y es un buen momento para recordar, tan sintética y objetivamente como se pueda, el proceso y sus antecedentes. Lo haremos en dos posts, siendo éste el primero.

Pocos meses antes, en invierno de 1930, el sistema monárquico prácticamente se había colapsado. La farsa del funcionamiento parlamentario, basado en que el Rey encargaba formar gobierno a un político -siempre entre los mismos partidos- que luego convocaba elecciones para repartirse los diputados de acuerdo con la oposición merced al control de los sistemas electorales (Ministerio, provincias y ayuntamientos, sometidos al caciquismo), había culminado con un golpe de Estado a cargo del general Primo de Rivera. Aunque éste fue bienvenido por casi todos y se mostró eficaz al principio, no supo retirarse a tiempo y acabó detestado; y con él Alfonso XIII.

Primo murió en 1929 y le sucedió otro general, Berenguer, decidido a traer el cambio (lo suyo era una dictablanda, se decía) pero a un ritmo tan lento que resultó insuficiente y se fue haciendo patente que aquella situación no podía seguir. Al margen de revoluciones que asustaban a toda Europa por el modelo ruso, sólo parecía haber una alternativa democrática: la república. A ésta se apuntaron incluso célebres monárquicos como Miguel Maura, que consideraban que no había vuelta atrás y buscaban una opción republicana conservadora.

Así empezaron a abundar conspiraciones por todas partes, desde el Pacto de San Sebastián, del que salió un comité cuyos integrantes empezaron a repartirse ministerios imaginarios, a los masivos mítines como el de Las Ventas, pasando por la sublevación del cuartel de Jaca. En éste, tres capitanes se alzaron en armas y encabezaron una columna hacia Zaragoza pero la operación fue tan chapucera que acabaron derrotados y fusilados. El líder, Fermín Galán, mártir de la República desde entonces, se autoproclamaba «comunista humanista» y había escrito un libro en el que proponía cambiar el nombre de España por Iberia, el de América por Colombia y eliminar la Historia de los planes de enseñanza.

Paralelamente a la intentona de Jaca, otros implicados se hicieron con el aeródromo de Cuatro Vientos. Uno de ellos era nada menos que Queipo de Llano, luego devoto de Franco. Por cierto otro Franco, Ramón, también estaba entre los cabecillas tras haberse escapado de la cárcel unos meses antes limando los barrotes y descolgándose con unas sábanas, en plan Mortadelo y Filemón. El golpe de Cuatro Vientos también fue abortado, pero Berenguer estaba harto y dimitió. Como nadie aceptaba sustituirle terminó haciéndolo el almirante Aznar, del que se decía que procedía «geográficamente de Cartagena y políticamente de la Luna». Al poco fueron absueltos los conspiradores anteriores porque, según el tribunal, no se habían alzado contra un gobierno legítimo ya que se había originado en la Dictadura primorriverista.

Así que no había forma de frenar la marea: ni cerrando universidades, ni recurriendo a Doña Anastasia (nombre satírico de la censura), ni reprimiendo las huelgas a tiros, como era costumbre. Aznar no tuvo más remedio que convocar elecciones para abril; eran municipales pero todos las asumían como si fueran generales y, más concretamente, como un referéndum sobre la monarquía.

  • Compártelo en:

Descubre más desde La Brújula Verde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.

One reply on “80º aniversario de la proclamación de la Segunda República (I)”