Aunque estemos a miles de kilómetros de Japón, la alarma nuclear que ha estado viviendo ese país nos mantiene a todos, o sea, al resto del mundo, en vilo. Pero, aunque el tema parece contemporáneo, originado en la primera mitad del siglo XX con lo de Oppenheimer, Hisroshima y tal, lo cierto es que no es así exactamente. De hecho, empezamos a hablar de átomos hace miles de años, en la Antigua Grecia, como muestra la propia etimología de la palabra, de origen griego: a, prefijo que implica negación, y tomos, que significa «cortar»; combinadas designan algo que no se puede dividir.
Pero es que el concepto mismo de átomo es griego. Lo ideó el filósofo Demócrito de Abdera para formular su teoría sobre la materia, porque entonces filosofía y ciencia iban de la mano. Demócrito y otros filósofos presocráticos continuaron la línea de la división del ente de Parménides y llegaron a los átomos, las partículas más pequeñas que existen, indivisibles, multiformes e insecables, que se hallarían en continuo movimiento, formando torbellinos, chocando en el vacío y uniéndose entre sí para formar estructuras mayores. Según Demócrito, todo, hasta el alma, estaría compuesto de átomos.
La teoría se complica más al formularse que los átomos están en el vacío: como el vacío era el no ser para los griegos, pero se presentaba necesario para esas partículas, Demócrito lo convirtió en el espacio, un no ser relativo. La percepción nos llegaría a través de imágenes o espectros formadas por átomos más finos que tiene la capacidad de ser captados por los sentidos.
En fin, siglos después Lucrecio volvió a insistir sobre el asunto en su obra De rerum natura, pero luego todo cayó en el olvido. Hubo que esperar al siglo XIX a que investigadores como John Dalton, Avogadro o Mendeleyev sentaran las bases científicas de lo que hasta entonces sólo era formulación teórica, y así se entró en el XX con los trabajos de Rutherford y Bohr. Hoy sabemos -los japoneses de primera mano- que el átomo sí es divisible, porque en eso se basa la fisión nuclear, y tiene partículas más pequeñas, como los protones, neutrones y electrones.
Foto: wikimedia
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