Hay gente a quien resulta sorprendente el hecho de que los campos de batalla o lugares donde hubo matanzas sean destinos turísticos. Pero es que realmente resultan atractivos para la curiosidad del viajero y, al fin y al cabo, son escenarios históricos ¿Por qué no visitarlos, pues, si se hace los mismo con palacios, iglesias o cementerios? Por eso de vez en cuando les echaremos un vistazo.
Y probablemente pocos haya tan carismáticos como Waterloo, el último intento de Napoleón por mantener la primacía de Francia en Europa.
Antes de nada, recordar que el Emperador escapó de su exilio en la isla mediterránea de Elba, se atrajo a la mayoría del ejército, provocó al huida de Luis XVIII -que no llegó al año en el trono, aunque después volvería a ocuparlo- y ofreció la paz a sus antiguos enemigos, Inglaterra, Prusia y Rusia, que la rechazaron. Bonaparte tuvo unos pocos meses para reorganizar la Grande Armèe -muy menguada, eso sí- y avanzar sobre la guarnición aliada en Bélgica para atacarla antes de que se le unieran los prusianos.
A éstos los derrotó en Ligny pero no los aplastó, con lo que llegaron a tiempo de socorrer a Wellington, que, como es sabido, aguantó un día entero los ataques de su oponente. Ante tamaña superioridad numérica, los franceses no pudieron hacer nada y acabaron vencidos. Napoleón fue confinado en Santa Helena, en medio del Atlántico, donde moriría.
Para ver el campo de batalla se puede salir de la cercana ciudad de Charleroi, desde donde se pasa también por los escenarios de las batallas previas de Ligny y Quatre Bras. Otro lugar que coge de paso es La Belle Alliance, que sería el cuartel general francés. Es fácil distinguirla porque está rodeada de monumentos, entre ellos una simbólica águila agonizante.
Desde allí hay una buena panorámica del valle donde se desarrolló la batalla de Waterloo, aunque en realidad Waterloo sólo era un pueblo cercano donde se firmó la paz, lugar elegido por Wellington porque el nombre parecía anglosajón. El verdadero escenario fue Mont Saint Jean, una colina donde se atrincheraron los aliados reforzada por dos edificios: el castillo de Hougoumont y la granja La Haye Sainte.
El primero resistió todos los ataques dirigidos por Jerome (hermano pequeño de Napoleón) y la segunda, que sigue igual que hace dos siglos, sólo cayó al final.
En lo alto de la loma, desde donde Wellington dirigía a sus tropas, se levantó un gigantesco túmulo de tierra coronado por la estatua de un león, accesible por una escalera en la parte de atrás. Al lado está hoy el aula didáctica, con una maqueta explicativa, cuadros y escenas de la película. Se puede caminar por toda esa zona que, en 1815, era un inmenso barrizal que quedó sembrado por decenas de miles de cadáveres y actualmente está acondicionado para turistas, con aparcamiento y todo.
Es muy interesante la web oficial, donde informa de los tours en bicicleta o camión abierto con guía, así como de las recreaciones históricas que se hacen periódicamente.
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