La Rambla es probablemente la calle más comercial y viva de Barcelona. No sólo sirve de lugar de celebración de los triunfos del Barça -junto con la fuente de Canaletas- sino que, a diario, riadas humanas de nativos y turistas la recorren de camino al puerto o a la Ciudad Antigua (el casco viejo). Los kioscos y pajarerías, éstas reconvertidas en tiendas de souvenirs, son un clásico, como también lo son las imaginativas estatuas humanas que permanecen inmóviles hasta que el viandante arroja una moneda.
Precisamente los artistas que interpretan a estas estatuas se verán sometidos a una regulación que convertirá su afición a algo más parecido a un empleo, casi funcionarial: carnet identificativo, horario a turnos, normativa sobre vestuario… Muchos lo reciben con agrado; otros lo ven como una intrusión en su arte y anuncian su marcha. Los que se queden deberán inscribirse en un plazo que empezó el pasado lunes y se prolongará hasta el próximo 20 de enero.
La idea municipal es reducir el número de estatuas que actúan simultáneamente -más de una veintena- a un máximo de 15 en dos turnos: uno de mañana (de 10:00 a 16:00) y otro de tarde (de 16:00 a 22:00), lo que permitirá actuar cada día a 30 personas. Los turnos serán rotatorios y los lugares, fijos, situados entre las calles Arc del Teatre y Bonsuccés. No podrán poner música, utilizar animales, llevar máscara ni aquellos elementos de atrezzo que puedan considerarse ofensivos, como armas.
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