Imagen: Gerd Altmann en Pixabay

Este fin de semana terminó la Cumbre contra el Cambio Climático que se celebraba en la ciudad mexicana de Cancún. Lo hizo con un éxito relativo, logrando acuerdos para algunas cosas pero dejando sin resolver otras, de ahí las palabras de Wendel Río, representante de Greenpeace: «Cancún tal vez haya salvado el proceso de negociaciones de la ONU, pero no ha salvado el medio ambiente». O las de la organización Amigos de la Tierra, describiendo el evento como «una bofetada». O las delegado de Bolivia, que se opuso a la redacción final del texto porque lo consideraba insuficiente.

Y es que buena parte de los acuerdos finales se limitan a confirmar lo que ya había sido aprobado en la Cumbre de Copenhague de 2009, como el objetivo de limitar el aumento de temperatura a menos de 2 grados, que entonces firmaron 140 países escasamente. En cambio, el verdadero problema, la renovación del Protocolo de Kioto (que termina en 2012 y obliga a cuatro decenas de naciones desarrolladas a recortar emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero) queda aplazada hasta la cumbre del año que viene, a celebrar en Durban (Sudáfrica).

Resumiendo, éstas son las principales decisiones acordadas: posponer la posible continuación del Protocolo de Kioto hasta el fin de su vigencia actual; creación de un Fondo Verde Climático de 30.000 millones de dólares, junto con medidas de protección a los bosques y fomento de energías limpias, para ayudar a los países en vías de desarrollo en su colaboración a la lucha contra el cambio climático; confirmación del punto acordado en Copenhague sobre el establecimiento de un tope de subida de 2 grados y la posibilidad de reducirlo a 1,5; intentar reducir las emisiones contaminantes hasta un 40% tomando el año 2020 como referencia.

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