Sombreros Ascot
Hay palabras a las que la costumbre y una adecuada atención mediática permiten relacionar con una imagen sin necesidad de decir nada más, aún cuando su significado original difiera del final. Al decir Ascot se podría pensar en carreras de caballos o en la localidad del extrarradio de Londres, en Berkshire. Pero no. Lo cierto es que se trata de todo eso, pero lo que realmente nos viene a la cabeza es el desfile de sombreros estrafalarios que las asistentes lucen, conscientes de que la hípica ha pasado a ser una simple excusa. Los ingleses tienen esa extraña capacidad para convertir en tradición cualquier cosa, por estrambótica que sea. Y esta lo es.

La próxima semana, entre el martes 15 y el sábado 19 empieza el espectáculo (puedes buscar ofertas de viajes al Reino Unido), con especial atención al jueves, que es el Ladies Day, el Día de las Damas, aunque más bien debería llamarse The hats day. Una jornada a la que las espectadoras acuden coronadas por tocados originales, ridículos, elegantes, bonitos, feos, aparatosos, extravagantes y todos los adjetivos que uno se pueda imaginar. Y eso que se trata de una carrera a la que asiste la mismísima Reina de Inglaterra; no hay que olvidar que fue la Corona la que erigió un hipódromo en ese lugar en pleno siglo XVIII por su cercanía al castillo de Windsor. Entonces fueron siete jinetes los que compitieron con sus brutos para ganar un premio de cien guineas; nunca imaginaron que tres siglos después aquel lugar llamado East Cote (de ahí Ascot) acogería varias pruebas del circuito oficial de temporada, algunas con obstáculos y otras lisas.

Sombreros Ascot

La presencia de Su Graciosa Majestad, las apuestas y las jarras de pimms (típical british bebida aromática de verano) son elementos que complementan a los chaqués y las chisteras de los caballeros y los vestidos estrictamente reglamentados de las damas. Porque, aunque parezca increíble, existe una normativa minuciosa hasta lo grotesco que estipula hasta dónde puede llegar la falda (por arriba, se entiende, 5 centímetros máximo), el grosor de los tirantes (2,5 centímetros) o la obligatoriedad -esto es rigurosamente cierto- de llevar ropa interior. En cambio no dice nada de los sombreros y, claro, por ahí viene la venganza de las señoras con ganas de explayarse. Y si alguien tiene alguna duda puede llamar a un teléfono ad hoc para informarse y evitar que le impidan el paso.

El paso al graderío superior, que está reservado a los Vips por supuesto (no digamos al Royal Enclosure, el palco real); el pueblo puede ver correr a los caballos desde las gradas inferiores (aunque dicen que se ve peor por las obras de reforma llevadas a cabo entre 2004 y 2006) y luego romper o cobrar sus boletos de apuestas, esa otra gran tradición del país que practica hasta la soberana.

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