Cualquiera que viaje a Roma tiene casi el deber de visitar el Museo Vaticano, la Basílica de San Pedro y, sobre todo, la Capilla Sixtina. Esta última tiene la famosa bóveda decorada al fresco por Miguel Ángel, pinturas que además han sido recientemente restauradas para devolverles el colorido original, mucho más alegre y brillante de lo que el paso del tiempo nos mostraba.

Cerebros ocultos Capilla Sixtina

Los frescos del artista renacentista son un auténtico espectáculo e iconos incuestionables del arte pero en ocasiones han dado lugar a teorías sobre metáforas y simbolismos ocultos en ellos. Uno acaban de formularlo dos profesores de Medicina de la Universidad John Hopkins de Baltimore (EEUU): Ian Suk y Rafael Tamargo. Ambos recogen un trabajo de Frank Meshberger realizado en 1990, según el cual en el panel central de la Capilla Sixtina, el de la Creación de Adán, hay representado un cerebro humano semioculto simbolizando que Dios dotó al Hombre no sólo de vida sino también de inteligencia. Suk y Tamargo creen haber encontrado otro en el panel de la Separación de la Luz y las Tinieblas.

Cerebros ocultos Capilla Sixtina

Estaría situado entre la garganta y el pecho de Dios, con la médula espinal, el bulbo raquídeo y el cerebelo saliendo desde la túnica, y los nervios ópticos y el lóbulo temporal ocultos bajo la barba. A ello, a esta superposición, se debería que el cuello tenga un acabado tan feo, casi desfigurado. La audaz propuesta estaría apoyada por otros elementos, como la iluminación: todas las figuras reciben luz en diagonal desde la izquierda baja, pero el cuello de Dios está iluminado desde la derecha. Los autores creen que Miguel Ángel pintó más sorpresas anatómicas en otras zonas de la bóveda, no en vano era un experto que diseccionaba cadáveres desde joven. De hecho también se ha identificado un riñón, algo especialmente significativo si se tiene en cuenta que el artista sufría de piedras en el suyo.

Miguel Ángel tardó cuatro años en pintar la Capilla Sixtina, entre 1508 y 1512. Su fuerte carácter le impidió mantener buenas relaciones con los Papas, a los que despreciaba por su corrupción. Sus choques y discusiones con ellos ya son un clásico y esto ha llevado a algunos a proponer que el artista pretendía hacer una critica a la Iglesia a través de su obra. Así lo interpretó Paulo IV, quien consideró la escena del Juicio Final una difamación y mandó a otro pintor cubrir los desnudos con túnicas. Miguel Ángel puso su rostro a San Bartolomé, cuyo pellejo se ve dicha escena.

Via: www.scientificamerican.com

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