El pasado 12 de mayo la Tate Gallery of Modern Art de Londres cumplió diez años. Un aniversario que se celebró con un festival de colectivos artísticos llamado No Soul for sale y que se desarrolló en la famosa Sala de Turbinas.
La Tate Modern, como se la llama para simplificar, es el museo más visitado de Gran Bretaña después del British, con cerca de cinco millones de personas al año. Se dice, incluso, que genera cien millones de libras anuales en la ciudad. En ese sentido sigue la línea de moda de los museos de arte contemporáneo, en los que a menudo es el continente el que atrae al público más que el contenido: el Centro Pompidou en París, el Guggenheim en Bilbao, etc. Los arquitectos suizos Herzog & De Meuron aprovecharon un edificio en desuso en Soothwark, la Bankside Power Station (una central eléctrica) para crear un gran centro de exposiciones temporales y la parte de la colección permanente de la Tate Gallery dedicada al siglo XX.
El resultado fue la conservación de su aspecto industrial, con la característica chimenea, en cuyo diáfano interior es posible disfrutar de la pintura de Liechtenstein, Matisse, Kandinsky, Picasso, Bacon o Pollock, entre otros, y la escultura de Rodin o Duchamp. La razón para esta descentralización de las obras se debe a lo ingente de la colección, que cada año se amplía con más de un millar de piezas, tanto a través de compra como de donaciones. Por eso una parte (la dedicada al arte británico) se quedó en el Millbank, en la sede clásica de Westminster, otra se trasladó a esta nueva sede y el resto se distribuye por sucursales en Liverpool y Saint Yves.
El museo, que nació del mecenazgo de un magnate del azúcar, William Tate (inventor del terrón), ocupa en su versión Modern dos plantas estructuradas temáticamente más otra para exposiciones temporales que en principio rechazaba las colecciones privadas, aunque al final la realidad económica terminó por imponerse. Más de medio centenar de exposiciones llevan organizadas en su primera década, la mayor parte dedicadas a retrospectivas individuales, las más atrayentes para el público. Ahora este museo que se alza al lado mismo del Teatro Globe, donde Shakespeare representaba sus obras, está planeando su ampliación. La idea es añadirle 7.000 metros cuadrados a través de una especie de pirámide anexa cuyo modelo ha ido evolucionando, como se ve en las fotos.
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