La erupción del Fimmvorduhals/Imagen: Boaworm


Una de las imágenes más impresionantes y bonitas que pueden verse en la Naturaleza es la erupción de un volcán, especialmente cuando brota la lava en horario nocturno. Precisamente en la medianoche del sábado 20 tuvimos ocasión de ver este espectáculo. Fue en el este de Islandia, a unos 120 kilómetros al este de la capital Reykjavik, cuando se despertó el Fimmvorduhals. Se trata de un volcán, de 1.666 metros de altura y cráter con 4 kilómetros de diámetro, que llevaba dormido pero latente desde 1821. Sin actividad sísmica previa, abrió una fisura de un kilómetro y empezó a manar un flujo de lava que hizo las delicias de fotógrafos y espectadores.

El único problema fue que, al hallarse bajo el glaciar Eyjafjallajökull, se produjera el efecto que allí llaman jökulhaup, fusión del hielo (son 100 kilómetros cuadrados) que produce graves inundaciones. Como no sería la primera vez, se procedió a evacuar al medio millar de habitantes de la zona pesquera de Vik, el pequeño pueblo de Hvollsvollur y varias granjas, aunque todos están ya de vuelta en sus casas.

El lunes 22 se produjo una explosión más violenta que lanzó una columna de vapor a una altura siete kilómetros, provocando preocupación entre los científicos por si se despertaba el Monte Katla, otro volcán vecino mucho más peligroso. El aeropuerto local de Keflavik tuvo que cerrarse y los vuelos sobre la región se vieron obligados a variar su rumbo. Sin embargo algunas aerolíneas ya han visto negocio en el fenómeno y anuncian rutas para ver las coladas del Fimmvorduhals. Es el caso de Iceland Express, que ha lanzado publicidad on line con fotos de la erupción y organiza viajes desde distintos puntos para verla. Business is business.

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