Nader Shah fue un conquistador invicto al que se conoció posteriormente como el Napoleón persa por su genio militar, pues su genio le hizo ganar fama incluso en Europa.

Hace unos meses publicamos aquí un artículo sobre el fabuloso Trono del Pavo Real, un espectacular palanquín de oro y piedras preciosas, rematado por el famoso diamante Koh-i-Noor, donde se sentaba el titular del Imperio Mogol.

Contábamos entonces que esa soberbia joya, fabricada en 1635, fue llevada a Persia como parte del botín obtenido por Nader Shah tras la campaña en la que invadió y saqueó la India.

El origen de Nadel Shah fue humilde. Hijo de un pastor de una tribu seminómada iraní que se asentó en la región norte del Imperio Persa y que, a la postre, daría nombre a su dinastía, la Afshárida, se quedó huérfano a los trece años (nació hacia 1698) y tuvo que vivir una infancia de privaciones junto a su madre que recuerda un poco a la de Alejandro Magno, con quien se le ha comparado a menudo.

Nader Shah (dcha) conversando con el emperador mogol Muhammad Shah / Foto dominio público en Wikimedia Commons

También se le parecía en tener un carácter fuerte que le permitió salir adelante y sobrevivir a la incursión de bandidos tártaros que asolaron la provincia de Jorasán donde vivía y se llevaron a la madre como esclava sin que volviera a verla.

La adversidad le retó y recibió como respuesta una decidida determinación. Nader robó un rebaño de ovejas con unos amigos, lo vendió y se convirtió en un fugitivo, vida arriesgada que terminó por cansarle. Entró así al servicio de un noble en la corte de Isfahán incorporándose al cuerpo de mensajeros; cuentan que en una misión mató a un compañero porque su ambición era ser único e indispensable.

Ese temperamento indómito le jugó una mala pasada cuando asesinó a su amo al oponerse éste a la propuesta de boda con su hija que le hizo. Los amantes huyeron a las montañas y tuvieron un vástago, Reza Qoli Mirza. Como otros sirvientes se les habían unido, formaron un grupo dedicado al bandidaje.

Persia vivía tiempos convulsos. El poder de la dinastía Safávida había ido decayendo y una invasión afgana obligó al shah Husayn a abdicar. Sin embargo, el heredero, Tahmasp II, no fue capaz de imponerse y tuvo que huir de la corte mientras rusos y turcos aprovechaban el caos para repartirse buena parte de los territorios colindantes con sus fronteras mediante el Tratado de Constantinopla de 1724. Así fue cómo Pedro el Grande se adueñó del Cáucaso por ejemplo, que a partir de entonces quedó en la órbita de Rusia, a la par que el imperio Otomano se quedaba con Georgia, Azerbayán y Armenia.

Entretanto, Nader había ido organizando su propio ejército, dando acogida y apoyando al hijo de Husayn. Combatió a los invasores afganos y se convirtió en la mano derecha de Tahmasp. Poco a poco fueron recuperando terreno y se fortalecieron lo suficiente como para decidirse a reconquistar Isfahán. Efectivamente, tras varias batallas victoriosas en Herat, Damghanm y Murchachort, la capital cayó en sus manos a finales de 1729.

Nader Shah derrotando a los afganos/Imagen: Wikimedia commons

Nader fue premiado con el cargo de gobernador de la parte este del país y con la mano de la hermana del shah. Ello no impidió que continuara su campaña contra los afganos, a los que expulsó definitivamente en 1738 tras destruir su último bastión, Hotaki, en Kandahar; allí fundó una nueva ciudad que bautizó con su nombre, Naderabad.

Pero antes había recuperado también buena parte del territorio perdido a manos de otomanos y rusos. Esta imparable oleada de éxitos militares sembró el temor en el shah, que empezó a desconfiar de la ambición de Nader y decidió limitar su actuación firmando un tratado con los turcos.

Nader comprendió la situación e hizo su apuesta más osada, obligando a Tahmasp a abdicar. La corona pasaba a Abbas III pero como aún era un bebé, Nader se ocuparía de la regencia. Con el poder absoluto en sus manos, retomó la campaña contra los otomanos, a los que volvió a arrebatar Armenia y Georgia, y consiguió pactar con Rusia la devolución del Cáucaso.

En enero de 1736 se convocó en Moghan un goroltai, una gran asamblea de jefes tribales, mandos militares, nobles y religiosos que bebía de la tradición mongola, para debatir un tema fundamental para el futuro de Persia: convertir a Nader en su rey, en vez de esperar a que Abbas creciera.

Entre los entusiastas y los temerosos de negarse, la propuesta recibió apoyo masivo y fue aprobada, de manera que Nader pasó a ser coronado Shah dos meses después. Los astrólogos auguraron la entrada en un período brillante y no se equivocaron porque empezó una etapa expansionista y conquistadora.

En 1738, nada más echar a los afganos, Nader se planteó una interesante posibilidad: ¿por qué no continuar la campaña hacia la India, donde el otrora poderoso Imperio Mogol se estaba disgregando? El casus belli perfecto fue la negativa de los indios a entregar a varios líderes afganos que habían sido acogidos allí en su huida.

Con una pequeña pero escogida fuerza, Nader atravesó el paso del Khyber, aplastó cuanta oposición encontró pese a su inferioridad numérica y cayó sobre las ciudades del norte del subcontinente una tras otra.

Su imparable avance impulsó al soberano de Georgia a apoyarle, enviándole refuerzos. De esta forma, la expedición persa pudo cruzar el río Indo, emulando a su admirado Alejandro en el Gránico.

La batalla de Karnal/Imagen: Parsa1993 en Wikimedia Commons

Al otro lado, el emperador mogol, Muhammad Shah, le esperaba con un colosal ejército de trescientos mil hombres que suponía una superioridad numérica de seis a uno. Fue inútil; en menos de tres horas de batalla, librada en Karnal el 13 de febrero de 1739, Nader no sólo derrotó al enemigo sino que capturó al mismo Muhammad Shah, al que exhibió como un trofeo cuando entró victorioso en Delhi.

En esa ciudad fue donde los conquistadores protagonizaron una masacre poco después, cuando se corrió el bulo de que Nader había sido asesinado y muchos indios aprovecharon para intentar una revuelta; se calcula que fueron exterminadas unas treinta mil personas.

Al final, los persas emprendieron el camino de regreso a su país (luego, viendo la debilidad mogola, llegarían los británicos), pero lo hicieron llevándose un fabuloso tesoro que incluía, como decíamos al principio, el Trono del Pavo Real, algunos de los diamantes más grandes del mundo, miles de esclavos y multitud de riquezas en especie.

Tan grande era ese botín que permitió suspender los impuestos en Persia durante varios años. Buena falta hacía porque en ausencia del Shah, su hijo Reza Qoli Mirza había ejercido una regencia bastante sangrienta, eliminando a Tahmasp, Abbas y toda posible oposición de cara a asumir el trono, ya que el rumor de la muerte de su padre había llegado hasta allí.

Cuando éste regresó se limitó a llamarle la atención y luego lo nombró lugarteniente en dos nuevas campañas por Asia Central; en una de ellas le ofreció como esposa a la hija de un khan uzbeco, ya que la suya, que era hermana del asesinado Tahmasp, se había suicidado. Sin embargo Reza se negó y acabó siendo Nader quien se casó con ella por interés estratégico.

Nader con dos de sus hijos/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Como se ve, Nader Shah no descansaba ni un momento a pesar de que la salud se le empezaba a quebrantar. Ello repercutió en su carácter, empeorándoselo y haciéndole adoptar tintes tiránicos, algo que contrastaba con la actitud conciliadora que había aplicado a su política interna, en la que había conseguido mantener la paz y el orden favoreciendo una confluencia de las tendencias religiosas chiíta y sunita (la anterior dinastía había adoptado el Islam como religión oficial de Persia) y creando una tercera vía común denominada jafarismo, además de admitir traducciones a otras lenguas tanto del Corán como de la Biblia.

Asimismo, había repartido tierras, acuñado moneda, ayudado a las tribus nómadas a establecerse en lugares fijos, creado un ejército nacional e iniciado el proceso de construcción de una armada. Su cuenta pendiente fue la economía, siempre precaria, que en lugar de arreglar parcheó con los saqueos de sus campañas militares.

De hecho, aún protagonizó alguna otra, como la que le llevó al Daguestán para vengar la muerte de su hermano años atrás pero que no acabó bien: entre su enfermedad y que las tribus locales combatían en guerrillas, los persas tuvieron que irse sin grandes ganancias, aún cuando se hicieron con el control general del territorio.

Es posible que parte del semifracaso estuviera en que Nader fue objeto de un atentado en 1741, en el que resultó herido leve. Sospechando que el inductor era su hijo, ansioso por hacerse con el poder, lo confinó en Teherán de momento y más tarde mandó sacarle los ojos sin hacer caso a su insistencia en declararse inocente. Los siguientes de la lista fueron varios nobles considerados sospechosos de complicidad y les siguieron otros, pues la paranoia de Nader Shah iba en aumento.

Bahrein y Omán cayeron también en su poder y luego se enfrentó una vez más al Imperio Otomano, al que no pudo derrotar con claridad y tuvo que acordar una paz en 1746 que sólo le entregaba la ciudad de Nayaf.

Joyas de la Corona Iraní con la daga de Nader en primer plano/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Parecían haber pasado los días de los grandes botines y dado que las arcas del estado empezaban a vaciarse, volvieron a decretarse impuestos cada vez mayores que, consecuentemente, originaron malestar y comenzaron a fraguarse protestas e insurrecciones.

Todas fueron reprimidas a sangre y fuego pero ni la exhibición deliberadamente disuasoria de crueldad -como la erección de una torre de cráneos- pudo frenar ya el descontento. Y si eso pasaba dentro del país, fuera no iba a ser menos: los kurdos aprovecharon para alzarse en armas y Nader movilizó a sus tropas contra ellos; no llegó a terminar la expedición porque el 20 de junio de 1747 le asesinaron a puñaladas sus propios guardias mientras dormía, aunque todavía tuvo reflejos suficientes para despertarse y defenderse, matando a dos de los agresores.

Se cree que su sobrino Ali Qoli estaba involucrado porque fue nombrado sucesor con el nombre de Adil shah (Rey justo), si bien en menos de un año era depuesto y el reino se desmembraba, con cada gobernador independizando su provincia, los kanatos conquistados recuperando su libertad y los otomanos retomando Anatolia oriental y Mesopotamia. No se retornaría a la estabilidad hasta 1760, en que se instauró una nueva dinastía, la Zand.


Fuentes

El jardín del fin. Un viaje por el Irán de ayer y hoy (Ángela Rodicio) / The Sword of Persia. Nader Shah, from Tribal Warrior to Conquering Tyrant (Michael Axworthy) / Iran at War. 1500-1988 (Kaveh Farrokh) / Wikipedia.


  • Comparte este artículo:

Loading...

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.