De todos los barcos que han existido a lo largo de la Historia uno de los más raros y originales -probablemente también el más bonito- fue el Bucintoro, nombre que también suele aparecer como Bucintauro, Bucentauro o similar. Se trataba de la gran galera ceremonial que utilizaba el Dux de Venecia para celebrar aquella fiesta anual, tan insólita como ajustada a la realidad, conocida como Sposalizio del Mare, la unión simbólica de la República Serenísima con el mar, su pulmón, su fuente de riqueza, su razón de ser.

De ese evento hoy es heredera la espectacular regata-parada de la Vogalonga (30 kilometros de ida y vuelta entre el puerto y la isla de Burano), en la que participan miles de embarcaciones de todo tipo con sus tripulantes disfrazados, pero entonces tenía un protagonista absoluto y era el Bucintoro.

También se utilizaba en otras ocasiones especiales, tales como la recepción de embajas y en alguna fiesta más. No obstante, el más importante era el inaudito enlace nupcial marino al que hacía referencia antes, que se celebraba el día de la Ascensión (cada 23 de mayo) y durante el cual el máximo dignatario, ataviado con manto púrpura, piel de armiño, espada ceremonial y demás atributos, arrojaba su anillo de oro a las aguas mientras declamaba en latín: «Desposamus te, mare, in signum veriperpetuique domini» (Te desposamos, mar, como signo de dominación perpetua).

Una antigua ilustración | foto dominio público en Wikimedia Commons

Dicen los expertos que ese ritual probablemente era una cristianización de alguna ceremonia pagana antigua y en sus inicios, allá por el año 836 d.C, consistía en una simple plataforma que era jalada por otra nave. Las primeras noticias propiamente dichas son aproximadamente del año 1000 d.C. (para celebrar la conquista de Dalmacia) y su oficialización formal, a cargo del dux Sebastiano Ziani, sería confirmada en el 1176 por el papa Alejandro III. El caso es que el Dux abordaba al Bucintoro y se sentaba en el trono que había a popa, escoltado por el legado pontificio y el embajador de Francia. Los miembros del Senado también se acomodaban en los 90 asientos reservados para ellos. A continuación, a una orden del Almirante de Venecia, se soltaban amarras y 168 remeros -4 por cada uno de los 42 remos- empezaban a bogar.

El Bucintoro se deslizaba entonces por el Gran Canal exhibiendo su espectacular decoración. A lo largo de aquella eslora de 35 metros por 7 de manga se superponían una cubierta inferior, en la que se alojaban los remeros, y una superior, la reservada a las autoridades y dignatarios, que era la que dejaba boquiabierta a la gente: una sala badalquinada forrada de terciopelo rojo (violeta, en la zona dedicada al Dux que en el el espejo de popa llevaba el escudo tallado) y con 48 vanos sostenidos por cariátides; la proa estaba decorada por un gran conjunto escultórico en el que se alternaban sirenas, tritones y ángeles en abigarrados movimientos; delante, una estatua del león alado veneciano. Todo ello revestido de brillante pan de oro.

El Bucintoro, cuadro de Canaletto | foto dominio público en Wikimedia Commons

De hecho, si bien la palabra Bucintoro parecía aludir a un ser mitológico similar al centauro pero trocando el cuerpo de caballo por el de bóvido -quizá porque alguna vez llevara un posible mascarón de proa con esa forma-, en realidad parece ser que no tiene nada que ver con ningún astado sino que se trata de una deformación medieval de la expresión buzino d’oro, que significa barca de oro, en referencia al burcio (un tipo de embarcación de carga típica veneciana).

El Dux sólo podía usarlo en actos oficiales y, de lo contrario, debería asumir él los gastos. De todas maneras no era un barco que diera mucho de sí en ese sentido porque al ser tan aparatoso resultaba poco práctico para navegar y nunca salía a mar abierto. Que se tenga constancia documental, hubo 4 bucintoros, construidos por decreto en la dársena del Arsenale en los años 1311, 1526, 1606 y 1727. Éste último es el descrito antes, ya que no todos tenían un diseño igual y se amoldaban al estilo imperante en cada momento. Fue destruido en 1798, después de que Napoleón conquistara Venecia y pusiera fin a su república: los soldados tomaron la ciudad y arrancaron a hachazos todas las esculturas y relieves para quedarse con el oro; sólo quedó el casco, al que se le colocaron cañones para usarlo como batería flotante en la defensa del puerto, y luego pasó a ser un pontón de prisioneros.

Algunos de sus restos se conservan en el Museo Correr del Arsenale veneciano y, junto con las maquetas y pinturas que hay de la galera, llevaron a crear en 2008 una fundación que busca fondos para reconstruir el Bucintoro; se calcula que el presupuesto necesario asciende a 15 millones de euros, así que se lo toman con calma.


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