Seguramente han oído hablar del mítico programa radiofónico de Orson Welles, el famoso director de cine que, antes de meterse a hacer películas, trabajaba en la CBS e hizo una retransmisión de La guerra de los mundos (la novela de H.G. Welles) que sembró cierta inquietud en Nueva Jersey al escenificar la invasión marciana como si estuviera ocurriendo realmente en tiempo real. Lo que la mayoría desconocerán es que un siglo antes hubo un precedente de ese singular caso.

Fue en el año 1835, el mismo en el que, en una España sumida en la Primera Guerra Carlista, fallecía Zumalacárregui, el duque de Rivas estrenaba su obra Don Álvaro o la fuerza del sino y daba sus primeros pasos el anticlericalismo violento; el mismo en que Samuel Colt patentaba su revólver de cinco disparos; el mismo en que nacían el escritor Mark Twain y la emperatriz china Cixi (famosa luego por la Rebelión de los Bóxer). Ese año, digo, también ocurrió algo insólito: se descubría vida en la Luna.

Al menos eso fue lo que anunció el diario estadounidense The New York Sun en una serie de artículos publicados a finales de agosto, los cuales informaban de que un prestigioso astrónomo británico llamado John Herschel había hecho tan sensacional avistamiento gracias a un nuevo telescopio de cuarenta y dos mil aumentos instalado en su observatorio de Sudáfrica. Los textos estaban presuntamente tomados de otra publicación, el Edinburgh Journal of Science, donde aparecían firmados por un tal doctor Andrew Grant, amigo del ilustre científico.

Herschel existía realmente (foto anterior). Era una eminencia en matemáticas, química y astronomía que llevaba un par de años trabajando en una clasificación de todos los cuerpos celestes, además de poner en duda la cronología bíblica en favor de un protoevolucionismo geológico y de convertirse en uno de los pioneros de la fotografía (a él se le debe la invención de esa palabra, así como otras relacionadas -negativo y positivo-, e inventar una solución para fijar las imágenes).

La Luna precisamente se cruzó en su vida sin comerlo ni beberlo con la historia de aquel periódico. El New York Sun era un medio sensacionalista fundado dos años antes (su editor John B. Bogart fue quien acuñó la famosa frase «Si un perro muerde a un hombre no es noticia. Pero si un hombre muerde a un perro, eso es noticia”) y que con aquella noticia se dice que triplicó su tirada habitual, pasando a ser uno de los más vendidos del mundo hasta el punto de que la competencia empezó a publicar también sobre el tema, bien citando el original escocés, bien plagiando directamente al Sun.

Según los artículos, Herschel había podido observar paisajes similares a los terrestres, con cadenas montañosas, grandes llanuras cubiertas de amapolas, mares y playas, todo ello poblado por una fauna también muy parecida pero con fantásticas diferencias: bisontes enanos, castores bípedos, anfibios esféricos que se movían rodando y hasta unicornios (azules, para más señas). Pero la gran noticia llegó unos días más tarde, cuando, una vez atraida la atención del lector, el periódico fue un paso más allá y desveló que Herschel también había visto vida inteligente, formada por una tribu primitiva que habría bautizado como Vespertilio-homo, es decir, hombres-murciélago con alas y todo que conocían el fuego y construían colosales templos de zafiro.

Foto dominio público en Wikimedia Commons

El negocio, por increíble que parezca, duró un tiempo. Después, empezaron a oirse las voces críticas y el New York Sun puso punto final al tema aduciendo que el telescopio se había estropeado porque los rayos de sol, al concentrarse a través de sus poderosas lentes, quemaron el observatorio. Herschel no se enteró de nada hasta más tarde y al principio se lo tomó con buen humor, aunque terminó cambiando de actitud al ver que podía peligrar su reputación; especialmente raro debió ser recibir la carta de un grupo de sacerdotes preguntándole cómo podrían ponerse en contacto con aquella tribu para llevarle la palabra de Dios.

Lo cierto es que el Edinburgh Journal of Science había cerrado hacía muchos años y que el doctor Grant no existía, sospechándose que todo fue cosa de dos periodistas llamados Richard Adams Locke (foto inferior) y Lewis Gayllord Clarke, ayudados por el astrónomo francés Jean-Nicolas Nicollet. De hecho, todo era cuestión de aprovechar la cresta de la ola, ya que en aquella época circulaban varias teorías sobre vida en el universo como la del clérigo escocés Thomas Dick, que hasta calculaba el número total de habitantes del Sistema Solar.

A pesar de todo, The New York Sun nunca reconoció que fuera un montaje y siguió gozando de bastante éxito. Es más, en 1844 volvió a las andadas presentando un relato de Edgar Alan Poe sobre un globo que atravesaba el Atlántico en tres días de manera que parecía auténtico, tal cual haría el citado Orson Welles en 1938 con los marcianos. En cuanto a Herschel, tuvo una larga y próspera carrera, falleciendo en 1871 y siendo enterrado en la Abadía de Westminster; irónicamente, se le rindieron honores dando su nombre a un cráter de la Luna.


  • Comparte este artículo:

Loading...

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.