A estas alturas puede parecer extraño que exista en Europa un lugar, o lugares, más allá de las consecuencias del accidente nuclear de Chernobyl, donde la vida no sea posible. Pero no estamos hablando de lugares remotos ni periféricos. Estamos hablando del corazón de Europa, justamente de la franja de territorio que se extiende al norte y noreste de Francia, junto a la frontera belga.

Ahí, dentro de un triángulo formado por las localidades de Lille, Compiègne y Verdun, encontramos la Zona Roja. Son una cadena de territorios discontinuos que el gobierno francés aisló tras la Primera Guerra Mundial. En el mapa están identificados por un rojo intenso, y rodeados por otros territorios de color amarillo, verde y azul, según el nivel de destrucción y los daños sufridos durante la contienda.

En origen eran más de 1.200 kilómetros cuadrados que fueron considerados tan severamente dañados, tanto físicamente como en lo que concierne al medio ambiente, que no era posible la vida humana en ellos. En lugar de ser inmediatamente limpiados tras la guerra, se optó por dejar que la naturaleza se reapropiase de los territorios.

Foto Furfur/Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Los más afectados, los marcados en rojo, fueron definidos como completamente devastados, imposibles de limpiar, imposibles de albergar vida humana, y se establecieron severas restricciones de acceso a los mismos que todavía se mantienen hoy en día.

Actividades como la agricultura y la silvicultura fueron prohibidas debido a las ingentes cantidades de cuerpos humanos y animales y a los millones de toneladas de munición sin explotar que contienen esas tierras. Algunos pueblos fueron abandonados y nunca se les permitió ser reconstruidos.

Entre los proyectiles que todavía quedan allí sin explosionar se encuentran bombas de gas, granadas y millones de balas oxidadas. El suelo está fuertemente contaminado por plomo, mercurio, cloro, ácidos y otros gases peligrosos, a los que se suman los restos biológicos.

Campo de batalla en Verdún, en la actualidad | foto dominio público en Wikimedia Commons

Cada año decenas de toneladas de proyectiles se recuperan a un ritmo que los especialistas estiman llevará no menos de 700 años para completar la limpieza de la zona. Experimentos llevados a cabo entre 2005 y 2006 hallaron hasta 300 proyectiles por cada 10.000 metros cuadrados, solo en 15 centímetros de profundidad.

Algunas de estás áreas se han intentado recuperar mediante la reforestación, pero la concentración de arsénico en el suelo es tan alta que hace que el 99 por ciento de las plantas sigan muriendo.

Pero la Zona Roja no es él único lugar que ha sufrido las consecuencias de las guerras en Europa. Otros territorios en Bélgica y Alemania, por ejemplo, siguen sufriendo el impacto de millones de toneladas de munición enterrada, que ocasionalmente sale a la luz.


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