A veces, un tema científico se puede abordar adornándolo con un punto de vista popular, de manera que lo que a priori podría ser árido para muchos, termine atrayendo su atención y convirtiéndose en una lectura de su interés. Algo así es lo que pasa con este artículo de la prestigiosa revista Nature.

Su autor, Ewen Callaway, nos cuenta cómo era el mundo prehistórico inmediatamente antes de aparecer el Homo sapiens, (o sea, nosotros), cuando nuestro planeta estaba poblada por varias especies humanas coexistiendo, quizá guerreando y, parece ser, también cruzándose genéticamente. Callaway lo compara a la Tierra Media de El Señor de los Anillos y así ya nos hace abrir los ojos y leer.

Si en su mundo imaginario Tolkien convierte en vecinos a hobbits, elfos, enanos y orcos, entre otros, en la vida real compartieron espacio y tiempo los sapiens, neandertales y una tercera especie humana arcaica, los denisovanos. Todos ellos juntos y, a veces, revueltos, según nos indican los análisis de secuencias de su genoma realizados por científicos.

Hasta hace poco se pensaba que los neandertales eran una subespecie de sapiens. Ahora se les considera especie propia. Esos cambios de opinión se extienden a otras circunstancias, como si desaparecieron violentamente (arrinconados y exterminados por los sapiens) o debido a causas naturales (exceso de especialización evolutiva, al adaptarse demasiado específicamente a la era glacial que les tocó vivir y no cambiar cuando el clima se calentó), o bien si se cruzaron sexualmente con los sapiens.

Pero a tanta duda se sumó otra hace poco del calado de la identificación de una nueva especie: el Hombre de Denisova, cuyos restos se encontraron en Siberia en 2010 y fueron datados cronológicamente en torno a un millón y cuarenta mil años. O sea, que coincidió con Neandertal y Sapiens aunque según su ADN mitocondrial tendría un origen primigenio independiente del de ellos. Africano, pero distinto.

Ello no quita que dicho ADN haya revelado un ancestro más reciente común con los neandertales y sapiens. O sea, las tres especies se cruzaron entre sí, según los cálculos hace entre cincuenta y treinta mil años. De ahí esa atrevida y quizá algo exagerada -pero divertida- comparación con la Tierra Media (encima, poco después vivió el Homo florensis, popularmente llamado Hobbit). Lo gracioso del asunto es que esa variedad de especies ha contribuido a la diversidad genética de la Humanidad actual.

Así, todas las personas de hoy en día con ancestro común fuera de África tenemos un 2% de ADN neandertal, proporción que en ciertas poblaciones de Asia (China, por ejemplo) y Oceanía (Australia, Papúa-Nueva Guinea), incorpora también ADN del Hombre de Denisova en un 4%. Es más, este último revela que se cruzó con otra desconocida población extinguida de humanos arcaicos que habitaban en Asia y no eran sapiens ni neandertales. ¿Sería alguna variante de Homo heidelbergensis, una especie que salió de Africa hace medio millón de años y dio origen al Hombre de Neandertal europeo? He ahí otro misterio para la ciencia.

Curiosamente, el análisis de un fémur de cuatrocientos mil años hallado en Atapuerca indica que tiene mayor relación genética con los denisovianos que con los neandertales. ¿Cómo habría sido el encuentro entre ambas especies? ¿Y dónde, teniendo en cuenta que los denisovianos procedían de Siberia?

Vía: Nature


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