¿Las plantas también cuidan de sus hijos? Vale, semánticamente puede que hijo no sea la palabra adecuada. Pongan retoños, descendientes o plántulas, que al parecer es el término correcto; lo que quieran, pero el caso es que Bianca A. Santini, bióloga de la Universidad de Sheffield y colaboradora del National Council of Science and Technology de Mexico (CONACyT), asegura que así es, en un artículo tan curioso como sorprendente.

Sabemos que el mundo vegetal resulta un poco engañoso. Aparentemente inmóvil pese a que, de hecho, sólo lo es al ojo humano (ahí está el caso de los girasoles) y con aspecto frágil, aunque su capacidad de adaptación es todo lo contrario (esos cactus capaces de sobrevivir en el desierto almacenando la poca agua disponible), ahora descubrimos que además tiene instintos maternales, por decirlo de alguna manera. La palabra científica sería serotinia, manifestada en algunas especies al compartir inicialmente el vástago las raíces con la madre y, en otras, con el lanzamiento de semillas al darse un estímulo exterior, como un incendio forestal.

Pese a carecer de sistema nervioso y, por tanto, de capacidad volitiva, lo que las privaría de sentimientos o instintos de protección, el caso es que las plantas han desarrollado mecanismos para cuidar de su progenie. Un buen ejemplo de ello sería un pequeño cactus (menos de tres centímetros de diámetro) llamado Mammillaria hernandezii. Caracterizado por sus flores de intenso color púrpura, su descubrimiento es relativamente reciente, de 1978, aunque no se pudo estudiar hasta hace poco por desconocerse su ubicación exacta.

Ésta es una región semiárida de México, la Mixteca Alta. Como cabe imaginar, la lluvia es allí muy escasa e intermitente, por los que los habitantes vegetales de la zona pasan por agudos ciclos de hidratación y deshidratación. Pues bien, Mammillaria hernandezii puede conservar en el interior del tallo una parte de las semillas que produce, mientras suelta las demás al poco de generarlas. Ello le garantiza tener una reserva para liberar cuando las condiciones ambientales sean las más propicias para su germinación, como cuando llueve.

Un estudio de dichas semillas a lo largo de un año, comparando las guardadas con las expulsadas, reveló que las primeras, de mayor edad evidentemente, germinan y sobreviven en un porcentaje mayor que las otras. Asimismo, poseen unas proteínas especiales que resultan del pulso entre períodos de lluvia y sequía, de manera que favorecen su adaptación al entorno natural. Algo que no está presente en las semillas jóvenes por no haber tenido tiempo de experimentar esos cambios ambientales. Y más aún, éstas parecen ser plato preferido de hormigas y microorganismos frente a las protegidas en el interior de la planta madre.

En resumen, que la prolongada estancia dentro del tallo permite experimentar el estrés del hábitat derivado de las condiciones meterológicas cambiantes, lo que supone una especie de aprendizaje y el desarrollo de una capacidad adaptativa a través de proteínas ad hoc para tener más fuerza cuando salgan al exterior. Ventajas de gozar de la protección de mamá.

Vía: The Conversation


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