Imagen: Simon Berstecher en Pixabay

Lo que son las cosas. Estos días atrás, EEUU fueron azotados por una ola de frío polar que en algunos sitios registró temperaturas espeluznantes de 52 grados bajo cero y quedó plasmada en las imágenes de las cataratas del Niágara congeladas. En cambio, el pasado fin de semana Australia experimentaba justo lo contrario: un tórrido verano austral que alcanzó 119 grados Farenheit en el termómetro (43,3 grados centígrados). En este caso, también hubo una imagen impactante pero mucho menos atractiva: la de miles de murciélagos muertos tapizando el suelo de Queensland.

Concretamente fue en la parte sudeste de estado australiano. En varias localidades empezaron a caer a plomo montones de esos pequeños cuerpos peludos de alas membranosas como si de una plaga bíblica se tratase, pero no fue un Dios vengador el responsable sino la propia Naturaleza en su versión más implacable. Sencillamente hacía más calor del que podían soportar.

Al parecer estos pequeños mamíferos voladores son especialmente sensibles a las altas temperaturas; dicen los expertos que no aguantan más de 42º y el fin de semana se sobrepasaron. Quizá por eso echaron a volar (lo normal es que se pasen durmiendo en sus cuevas 20 de las 24 horas del día) hasta que fueron cayendo fulminados en una especie de golpe de calor colectivo.

El resultado: The Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals calcula unos cien mil murciélagos muertos, cuyos negros cuerpos cubren aceras, calzadas, tejados, jardines y parques, además de obstruir alcantarillas y canales. Con la mala fama que tienen… Vean la foto: ¡si parece un oso de peluche!

Y encima son beneficiosos para el Hombre porque comen insectos. En ese sentido se teme cuál será el impacto sobre el ecosistema. O sea, que, entre el calor y la falta de depredadores es posible que ahora los mosquitos campen a sus anchas.

Los problemas no terminan ahí. Resulta que muchos municipios carecen de fondos para pagar un servicio de limpieza extra que retire los cadáveres, luego quizá deban ser los propios vecinos quienes se encarguen. Sólo que las autoridades sanitarias recomiendan no hacerlo, ya que puede ser que algunos murciélagos aún vivan y, atemorizados, se revuelvan y muerdan. Con su minúscula boca apenas podrán hacer un rasguño y nadie se convertirá en vampiro; pero sí existe la posibilidad de infección, ya que a menudo son portadores del virus de la rabia.

Entretanto, esa zona de Queensland sigue presentando un macabro aspecto que puede ir a peor: el calor descompone rápidamente los cuerpos y en el ambiente ya flota un hedor insoportable.

Vía: The Huffington Post

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