Una de las bazas de Escocia para los turistas es la abundancia de castillos diseminados por sus verdes tierras. Ahora bien, cuando uno viaja por esos brumosos lares espera encontrar almenas, torrreones y murallas de piedra, mejor o peor conservadas, con más o menos musgo, rehabilitadas o en ruinas, pero lo que nadie se imagina es toparse con algo como lo que se ve en la foto superior. Y a pesar de su aspecto, se trata de un auténtico castillo escocés, el de Kelburn.

Y es de época, que fue construido en el siglo XVIII para la familia Boyle, la saga que dominaba los contornos de Kelburn, en Fairlie (al norte de Ayrshire), desde quinientos años atrás.

De esos primeros tiempos medievales apenas quedan unos restos en la parte oriental, pues David Boyle, conde de Glasgow y miembro del Parlamento de Escocia, mandó remodelarlo añadiéndole el ala noroeste en 1722. Su descendiente George incorporó el otro lado en 1880.

Después, sería abierto al público reconvertido en un centro de información para visitantes que contaba también con tienda y salón de té. Pero en 2007 los expertos en mantenimiento anunciaron que sería necesario proceder a una importante reforma que incluía la demolición de la actual fachada y su sustitución por otra nueva. Estando así las cosas, los hijos del actual propietario, lord Glasgow, sugirieron pintarla con graffitis y el aristócrata les hizo caso, llamando para ello a cuatro célebres artistas brasileños llamados Octavio, Pandolfo, Nina y Nunca.

Los responsables del patrimonio histórico nacional no pusieron pegas porque de todas formas las paredes pintadas se tirarían abajo, así que ese mismo año la fachada quedó convertida en esa peculiar, llamativa, surrealista y algo kistch obra de arte popular, tras unos trabajos que incluso fueron televisados por la BBC en su programa The Culture Show bajo el título Crisis at the castle. Un incendio ocurrido en 2009 por un fallo del sistema eléctrico sólo afectó a la planta alta y el tejado, dejando intacto los graffitis.

En 2010 la Historic Scotland avisó a lord Glasgow de que ya era hora de proceder a la demolición pero, para sorpresa de todos, éste solicitó que se mantuviera el castillo tal cual, basándose tanto en la popularidad adquirida como en el dinero que ésta reporta en forma de visitantes, cosa que antes no ocurría. Así que la remodelación, prevista para 2011, sigue pendiente, suspendida ad infinitum, mientras el edificio sigue ostentando el estrambótico colorido de su fachada y torreón.


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