Los delfines caen simpáticos al ser humano. Es algo común que nos pasa con todos los mamíferos acuáticos, quizá por su inteligencia o porque tienen cara de buenos, a pesar de que en el fondo son animales salvajes como los demás y en consecuencia se comportan según según su instinto. Pero lo cierto es que estos cetáceos mantienen con nosotros una relación algo especial, desde luego mucho más estrecha que la que podamos tener con un pez o un molusco, por poner sólo ejemplos marinos.

Hay historias, muchas, que cuentan cómo algunos náufragos fueron ayudados por delfines a llegar a tierra o salvados del ataque de un tiburón gracias intervención. Además su participación en espectáculos han difundido esa imagen amistosa, aunque las asociaciones ecologistas suelen criticar esa utilización de la fauna.

Cuando yo era pequeño recuerdo pasé unas vacaciones en Mallorca y recuerdo una vista a un oceanario donde tuve ocasión de ver una actuación en directo. Como colofón de la función pidieron un niño voluntario para subirlo en una balsa que sería arrastrada por el delfín a toda velocidad. Siempre me arrepentiré de no haberme atrevido -era muy pequeño-, máxime teniendo en cuenta que todos los que levantaron la mano fueron rápidamente acallados por sus padres. Al final usaron un perro.

Me desquité muchos años después durante un viaje a Panamá. Fue en Bocas de Toro, un archipiélago en la costa caribeña en una de cuyas islas hay una cerrada bahía de aguas tranquilas y poco profundas donde habitan delfines. Los turistas podíamos pasear un rato en lancha, con los motores al mínimo, rodeados por los animales, que nadaban alrededor sin miedo; el paso vertiginoso de uno cruzándose ante la roda quedó debidamente inmortalizado por la cámara, imágenes que guardo como oro en paño y que luego edité concienzudamente, pasándolas incluso a cámara lenta.

En fin, el vídeo de arriba no es el mío. éste tuvo lugar en otro lugar y otro océano: Dana Point, California, en el Pacífico. Hay quienes calculan en dos mil el número de delfines que aparecen en él; a mí me parece algo exagerado, pues lo habitual son las manadas de veinte o treinta ejemplares jugando alrededor de los barcos, pero unos cientos sí que parecen. En cualquier caso, para los que lo vieron en vivo fue un verdadero espectáculo. Y para nosotros también, claro.

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