Fotografía de Hitler retocada por el ejército de EEUU para identificarle en caso de haber huido disfrazado/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sin llegar a los extremos que tienen que soportar los pobres templarios, a quienes se atribuyen todo tipo de disparates esperpénticos, o, en su defecto, masones e iluminati, que también tienen que cargar con una cruz similar, el destino final de Adolf Hitler sirve de argumento para muchas especulaciones. El hecho de que su cadáver fuera quemado tras suicidarse junto a Eva Braun para evitar una humillación pública como la de Mussolini y Clara Petacci, privó de una demostración fehaciente de lo que pasó en sus últimos momentos y ha permitido que periódicamente salgan a la luz presuntas pruebas de que consiguió huir.

Si hacemos caso a todo lo que va apareciendo, el personaje tendría el don de la ubicuidad, pues lo mismo se le sitúa en Sudamérica que en Japón, viviendo oculto y preparando el surgimiento de un cuarto Reich. Y me saltó la inevitable alusión a su clonación porque eso no era más que el argumento de una novela de Ira Levin, Los niños del Brasil, luego llevada al cine por Franklin Schaffner con Gregory Peck de protagonista; y hay quien se la cree de verdad. En fin…

Hace un par de años se dio a conocer en Argentina el descubrimiento de unos papeles que demostraban que el Führer no murió en Berlín sino que logró escapar el 26 de abril de 1945 en un avión que salió del aeropuerto austríaco de Höersching y aterrizó en Barcelona. Iba acompañado de Eva Braun, Joseph Mengele y Martin Bormann, entre otros, y desde Vigo partió a bordo de un submarino hacia la Patagonia, donde se estableció trabajando para empresas de EEUU hasta su verdadera muerte en 1967. Es más, esos documentos aseguraban que la huida contaba con la aquiescencia de Washington y Londres, con Rudolph Hess de mediador, a cambio de conocimientos científicos y militares.

De este hallazgo que iba a revolucionar la Historia contemporánea reciente nunca más se supo. Ni siquiera hubo que analizarlo al detalle para comprobar el grado de autenticidad, como sí se hizo con aquel diario personal de Hitler que resultó ser más falso que una moneda de chocolate. Y es que sólo era el pilar de un libro, a su vez refrito de otros, obra del periodista Abel Basti. Pero la idea debió calar porque hace unos días volvía al candelero la hipotética fuga del jerarca nazi. Sólo que esta vez habría elegido el otro extremo del mundo.

Según unos documentos (¡otros!) fechados el 19 octubre de 1945 y recogidos por la ya desaparecida Central Liaison Office, organismo intermediario entre Tokio y las autoridades aliadas que ocupaban el territorio japonés, dos meses antes de que Japón se rindiera a los aliados Hitler tenía planeado huir a ese país. O sea, medio año antes de suicidarse, intuyendo que tenbía la guerra perdida.

Un periódico norteamericano publicó la noticia citando fuentes niponas y los citados documentos, aunque la Central Liaison Office negaba que el gobierno de Tokio estuviera implicado al no aparecer en ningún registro de la armada imperial el viaje de ningún barco a Alemania. Porque según el plan, el dictador tenía que ser recogido por un submarino -sí, otra vez- que le trasladaría al país del sol naciente. Supongo que, como en el caso anterior, dejaría a su doble en Berlín.

Vía: Japan Times

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