Imagen: Magnus Manske en Wikimedia Commons

Estamos acostumbrados a que arquitectos y decoradores nos sorprendan con proyectos cada vez más originales y arriesgados pero la ciudad alemana de Brunswick puede batir récords.

Nació hace 15 años ya, tras una conversación entre el artista norteamericano James Rizzi (fallecido el año pasado) y el dueño de la galería de arte Olaf Jäschke, que planeaban colocar un edificio insólito en pleno centro urbano, en el barrio de Magni. El arquitecto que se encargó de ello fue Konrad Kloster, que aprovechó parte de las ruinas de un antiguo palacio ducal. Las obras llevaron un par de años, inaugurándose el sitio en 2001.

La construcción es sencilla, de ladrillo y mortero, aunque deliberadamente carente de simetría, con paredes lisas para facilitar el trabajo de ilustración de Rizzi. Éste es de de clara inspiración pop, como la mayor parte de su obra, con intenso colorido y motivos infantiles que lo conectan con la estética de los dibujos animados y, más concretamente, con el Bob Esponja de Stephen Hillenburg. El interior, por cierto, es igual de loco.

Pese a que al principio a los vecinos no les hizo demasiada gracia compartir espacio con algo tan estrambótico, lo cierto es que hoy en día se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de Brunswick y han dejado de quejarse.

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