Museo Sherlock Holmes Londres

Tengo un amigo escritor que es fan de Arthur Conan Doyle y, más concretamente, de su personaje más célebre, Sherlock Holmes. Fue él quien, sabiendo que yo comparto esa devoción y que tenía pensado alquilar uno de los muchos apartamentos totalmente equipados en Londres con Oh-London para pasar unos días, me animó a que hiciera una visita al 221 de Baker Street.

Como todo aficionado sabe, ésa es la dirección de la casa de la señora Hudson, donde se hospedan Holmes y su inseparable Watson en la época en que transcurren sus aventuras (entre 1881 y 1904). Pero en realidad no existía porque la numeración de la calle terminaba en el 85, por lo que hubo que esperar a 1930 para que se renumerase, ubicando allí su sede la Abbey Road Building Society. Ésta tuvo la deferencia de respetar al personaje costeando la estatua que hoy se ve a la entrada del Metro y respondiendo a las cartas que enviaban ingenuos lectores.

Para mayor homenaje, la sociedad terminó dejando el inmueble a otra: la Sociedad Internacional de Sherlock Holmes, que en 1990 abrió un museo oficial dedicado a las 4 novelas y 56 relatos que Conan Doyle hizo protagonizar a su detective. Se trata de un lugar encantador que intenta reproducir la casa siguiendo los textos: el salón donde se discutían los casos, la mesa que hacía de laboratorio, el dormitorio del doctor, la mesa del desayuno… Es posible sentarse en una butaca en torno a la chimeneay, tocándose con el típico sombrero de caza a cuadros, una lupa y una pipa, hacerse la foto de rigor.

Todo está profusamente decorado al estilo victoriano, con detalles alusivos a los relatos (ediciones variadas de éstos, armas, el violín, el maletín médico del doctor, etc) y figuras de personajes: desde Holmes, con su típico traje de viaje, a Watson y su maletín, pasando por el temible Moriarty, el inspector Lestrade, Irene Adler… En los pisos superiores se recrean escenas de los crímenes literarios más célebres resueltos por el detective.

Al acabar la visita se puede dejar la opinión en el libro de firmas y, como nunca se sabe cuándo hará falta, llevarse una tarjeta del detective. La salida -o entrada, según- se hace a través de la tienda, donde hay todo un merchandising temático custodiado por un bobby de pega en la puerta junto al que también es posible retratarse. Y si alguien se queda con ganas de más, sugiero que haga la ruta de Sherlock Holmes o vaya a cenar al pub-restaurante homónimo, en Craven Passage, que sale como hotel en El perro de Baskerville; es como otro minimuseo y todos los platos llevan divertidos nombres alusivos.

Foto: Jordan 1972 en Wikipedia

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